CHULILLA
Circular de todo el día - 13km - Dificultad media

11 de Junio 2017


 

CRÓNICA



Diario de avatares, rumbos y desventuras del capitán Mil Cumbres de Serrano y Quebrada.

—Bitácora inconexa. Cuaderno primero, día tercero—


Bien se equivoca quien piense en mí como en un viejo cascarón, varado en puerto lejano, de quilla resecada, mástil carcomido. Son años los que acumulo mar adentro, años de puerto en puerto, y en ninguno me vieron maldecir de mi suerte por nefasta que fuera... apearme de mi aventura. Tal me vale nao de madera, de acero remachado o de fibra tan en boga, bogando de a dos, o de a uno, río arriba, corriente abajo: Soy el capitán Milcum, no sólo el salitre de la mar sala mi rostro, también el sol de la montaña abrasa mi piel. Tanto me da, mar abierta o travesía fluvial...

Llevar a la marinería desde el mar, pie enjuto, tierra a dentro, se me antoja mejor si por río, llámese este Guadalaviar o Turia, que me da que son lo mismo; Turia en su tramo último, Guadalaviar más arriba, allí, en Chulilla; donde este se encañona, se represa, se disfruta de muchas maneras. Algunos hacen equilibrio sobre él, otros trepan por las paredes que lo encajonan. Nosotros, casi como niños, lo chapoteamos. Hay río para todos los gustos.

El chapoteo tardó en llegar, antes hubo que sudarlo. Dejada nuestra barcaza junto a la población, cambiamos remos por petates, y en fila de a uno, nos pusimos a serpentear, camino de su lecho, tanto como el río nos obligó. Nosotros muy arriba, él muy en lo hondo, y para alcanzarlo, salvar el escoyo que suponía el desplome de sus dos paredes enfrentadas. Colgados de las mismas, dos puentes, y sobre ellos nuestras botas de andar cruzando el uno y el otro. Los dos de la misma factura, el uno más alto, el otro más próximo al cauce. Dejados los puentes atrás continuamos con la angostura del cauce: más pintoresco que muchas lunas que en el mar rielan…

Y se abrió el cañón, y un potente sol de primavera quiso contarnos de la proximidad del verano. Y nos lo contó acercándose en demasía a orejas, hombros, cogotes, pantorrillas… ¡Y bien que le escuchamos!: de camino a la presa del embalse que se conoce como de Loriguilla; dejada la presa, sobre la blanca pista que nos adentraba en un nuevo barranco —con pinturas rupestres—; a la salida del mismo; de camino a las proximidades de Chulilla. Al día siguiente, ese cariñoso susurro del astro rey, aún se hizo de notar sobre la piel de los marinos más sensibles y menos precavidos.

Para entonces ya nos habíamos ganado el refrescante contacto con el agua, el deleite del visionado de Charco azul, entorno y usuarios —sobre el color del charco, disparidad—. Para entonces nos pusimos a la comida, y a la bebida, que los mejores de nuestros componentes se trajeron del pueblo, caminando un buen trecho y deshaciendo camino para gozo de los sedientos marineros que, por una vez, cambiaron su habitual ron por otros enjuagues más livianos y refrescantes.

Y pasó el día, la semana, la temporada… Queda esperar nueva pleamar y desencallar nuestra nave, ahora en amarre seguro, en nuestro puerto base: Burriana.

— ¡Marineros, limpien cubierta, repunten velamen, busquen calafate y atisben nuevos horizontes! no sea que nos quedemos sin rumbo que seguir.

Y para que conste, queda escrito en cuaderno y guardado en bitácora. Yo, capitán Mil Cumbres de Serrano y Quebrada.

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