VILLAMALUR
Circular de medio día - 10km - Dificultad media

13 de Enero 2013


 

CRÓNICA



Gladis querida, ¿te imaginas que cada vez que quisiera llamar tu atención, antes tuviera que darte una bofetada? —¡No hago referencia a ninguna lid de infancia!, de esas en que llegábamos a marcarnos… ¿qué mala leche, eh!?… La de entonces, quiero decir—. Pues al parecer, allá por donde anduvimos en el pueblito de Villamalur, y en tiempos de la guerra que tuvieron, esa era la forma de que un bando, o una banda, se presentara ante la otra; Me explicaré mejor: que los de un costado, y manteniendo las distancias, lanzaban a los del otro costado unos cuantos obuses para que aquellos no olvidaran que su contraparte estaba allí, bien parapetada y lista para el cara a cara. El mensaje era contestado de forma similar por los de la otra bancada. Y así pasaron aquellos días infames, sin que la cosa fuera a mayores en aquella zona. Y después de la guerra y su post, y de más días infames, cada cual volvió a sus «quehaceres», y allá en la montaña quedaron para el olvido los escondrijos de los garantes cada cual de su dignidad. Y la maleza cubrió a la otra maleza para que más tarde, y a golpe de cuchillo, paradojas de la vida, quedara todo aireado y visto para sentencia moral o paseo dominical. Nosotros optamos por el paseo.

Te hablo de trincheras Gladis, de los restos que confirman tiempos de «hostialidades», como diría cierto periodista radiofónico, entre personas que hubieran querido dedicarse a otros menesteres y no lo hicieron, digo yo. Trincheras que, ni punto de comparación, mi querida amiga afrancesada, con la «Ligne Maginot», tan magna como inútil. Estas de Villamalur pudimos recorrerlas en apenas media hora de marcha, y aunque fuimos treinta y cuatro caminantes, todos, y más que hubiéramos sido, cupimos en su «pasillaje» excavado y zigzagueante. Y de allí que nos fuimos «como un tiro» hacia la dignidad de lo inmaculado.

¡Pero qué bonita es la montaña sin esas cicatrices Gladis! Con la epidermis tupida de pinocha que impide el zarzal, y que se deja recorrer sin más obstáculos que ramas bajas, piñas y alguna exaltada raíz con la que tropezar. Todo en un boscoso paraje en que la vista se topa con un sinfín de pinos, alcornoques solitarios y sendas perdidas que vuelven a la vida con cada una de nuestras pisadas. ¿Pues qué sería de un camino sin nadie que lo recorriera?, el olvido amiguita.

Gladis, que te recorro de continuo en mis pensamientos. Recibe un abrazo de tu siempre amiga Eurídice de Arjona.

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