JAVALAMBRE, NOCHEVIEJA 2018
Fin de semana - 9km - Dificultad media

31 de Diciembre 2018



CRÓNICA



Qué decir. Lo que sea que diga, quiero contarlo rápido. A fin de cuentas fue un fin «espídico», muchas cosas acababan aquella noche y, a la vez, todo seguiría igual al día siguiente. Viejo lo de ayer, nuevo lo de hoy… que era prácticamente lo mismo del día anterior. Cada calendario tiene su afán. El nuestro indica que el 31 de diciembre se acaba un año y el 1 de enero comienza otro; quizá con otra cara, ropa, resaca, sueño, ilusiones, fantasías, certezas, obviedades…

Me he dicho que quiero ir rápido en esto de contarte lo que aconteció: Básicamente, que cambiamos de año. Se acabó. Fin de año y de ¿artículo? Chim-pum. Ale, ya hablaremos en otra ocasión, total, será raro que llegues hasta esta línea número equis habiendo leído lo anterior y con deseo de continuar con lo que sigue… Pero, si tal fuese tu empeño, en este año nuevo, y sólo por eso, que no por demasiadas ganas, voy a alargarme un tanto y te cuento otro poco.

Guardia Civil, o Benemérita, o la pareja… bueno no; la pareja no se podía decir, eran ocho por lo menos: —¿A dónde va usted? —A un refugio a dormir (era muy de día); voy siguiendo a ellas (señalo con un dedo el coche de «ellas», que se desvía de la ruta y deja mis palabras en entre dicho y mi dedo apuntando a la nada). —Muéstreme su carnet. Baje del choche (presupongo entonces un cacheo). —Usted, baje del coche (esta vez van a por mi copiloto; yo sigo fuera, no me han cacheado). Un tercer elemento, en forma de impertérrita mujer en el asiento de atrás (creo que descubierta de reojo por el Guardia) parece cambiarlo todo; ella está seria, aporta serenidad en todo. El guardia queda sosegado y permite nuestra subida al auto y nuestra marcha al refugio donde «ellas» las que nos han dado esquinazo, supongamos, aparecerán.

Llegamos al refugio, tomamos posesión de las literas, del comedor (una sola mesa nos bastará), de la barra, de las cervezas, cacahuetes, bocadillos... (ummm, qué bueno está todo. Va a ser la tónica general). Tomamos el poco fresco que hace fuera; tomamos también nuestras mochilas, ya están listas. Más gente está lista, el guía está listo: no se hable más, vámonos hacia arriba. Y subimos, y subimos, y subimos. Conato de motín a medio camino. Hay «álguienes» que quieren poner pies en polvorosa… el problema es que no habrá guía de montaña que acompañe; el problema es que se acerca la noche; y que no queda nada claro por dónde se llega a polvorosa. El motín queda sofocado. La cumbre cada vez más cerca. El sol cada vez más bajo… por fin la cima con su viento habitual en ella, el último atardecer del año ya ha pasado sin apenas darnos cuenta. Se descorchan dos botellas de cava, se brinda con mini vasos de cartón con más espuma en su interior que líquido en el culo (del vaso, digo).

Toca descender, toca resbalar, hay hielo en alguna zona y más cerveza en la nevera del refugio, que a estas horas ya parece como un hotelito de montaña. Buen ambiente, hay quienes se han disfrazado para la ocasión; nosotros decidimos, después de la cena, pertrecharnos con pelucas variopintas. Es el momento para las «cencerradas» que suplirán las «campanadas» de fin de año. Un bastón que porta alguien, dará golpe al cencerro, luego el bastón cambiará de mano y será otra quien propine nuevo golpe al cencerro… y así, doce veces. Más cava. Bebemos todo aquel que no hemos derramado sobre la mesa. Poco; mejor, menos resaca. El ambiente languidece en el interior de la sala. Salgo a que me dé el aire y, junto con el aire, me da también el aliento de la marabunta que allí se congrega en torno a un acordeón y una flauta: bailan, cantan, miro.

Ya entrada la noche, también entro yo, nuevamente, a la pista de baile, que no es tal. Pido el segundo cubata (será el último. A cinco euros. No me lo esperaba. Caro para lo poco que vierten en su interior). En cuanto queremos darnos cuenta, la música ya no está, la pista, tampoco, la barra ha cerrado y toca subir a dormir. Dormimos, más o menos, y amanecemos nuevamente en la mesa del comedor «mojando el churro» (con chocolate). Los chicos estamos muy contentos, quién nos lo iba a decir. Magnífico comienzo de año… e inesperado.

Rehacemos maletas, bolsas y diferentes bártulos. Subimos al coche y éste nos baja de tan alto como habíamos estado. Por aquí subirá La Vuelta este año, nos dicen. Nosotros seguimos bajando, esta vez los civiles que encontramos son como nosotros, ni van de verde ni lucen pistola. Queremos ir de compras. Fracasamos. Es uno de enero ¡Quién coño va a comprar un uno de enero! Nosotros. Vamos a comer ¡Quién coño va a comer un uno de enero! Nosotros y, afortunadamente, otros muchos más. Navajas (población, no útil cortante), allí comemos mucho y bien. Aun así sobran cuatro fiambreras (llámalas tappers), dos nos quedamos sin (somos seis). Esto se acaba amigos… o, por mejor decir, empieza; el año, claro. 2019 nos ve volver a Burriana.

Que no quería hacerlo largo he dicho muchas líneas atrás; pues eso, que ya estamos nuevamente, cada cual, en su casa, y que la montaña nos gusta mucho, y que siempre volveremos a ella; sea fin de año o no.

Ale, ahora sí, se acabó.

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