ATZENETA D'ALBAIDA
Circular de medio día - 13.5km - Dificultad media/baja

20 de Enero 2019



CRÓNICA



Nuestro segundo año, segunda participación en el día del Senderista de la Comunidad Valenciana. Allí estábamos todos… menos tú. Allí estábamos los que fuimos, no más; obvio. Allí estaban el madrugón, la carretera, Atzeneta de Albaida y cuatrocientos senderistas dispuestos a disfrutar de su día bajo un cielo plomizo que prometía algo de agua y poca luminosidad.

Llegada a la localidad, aparcamos donde estaba previsto, recogida de dorsales con chip incorporado, bebida espiritosa «licor herbero», mucho barullo. Rápido hacia la línea de salida, habíamos llegado con el tiempo justo. No hubo pistoletazo de salida pero sí cronómetro a cero, que dejó de estarlo, con la primera de las zancadas que el primero de los zancudos dio como inicio de ruta.

Primera parte de la ruta recorriendo la población por un paseo junto a una acequia; junto a la acequia unas casas; en sus fachadas, casi al nivel de la corriente de agua, una ventana; desde la ventana, al alcance de la mano, el agua; y entre el agua y quien la alcanzaba, un murete en ángulo descendente donde la ropa que debía ser lavada se restregaría hasta quedar impoluta: Curiosa arquitectura doméstica de la época.

Atrás quedan las casas, y una nevera, de las de antes, cuando no había luz y la nieve invernal había que acumularla para el hielo estival. Comienza la montaña, que no es agreste ni abusiva a nuestras pisadas. Subimos continuamente, constantemente, sin que mengüe el desnivel; algo de senda, mucho de pista. Paramos junto a una fuente. Alguno nos alargamos hasta un mirador para mirar, ¿qué vemos?... lo que imagino es La Vall d´Albaida. Amplio valle jalonado de numerosas poblaciones. Es una vista extensa, bonita, con una sierra de fondo que no reconozco, sí la cima del Montdúver, sí el alto del Benicadell… Alguna vez, los de Burriana, tendremos que subirlo; guardo nota en mi archivo mental.

Bajamos, bajamos un poco más; a lo lejos la lluvia se adivina. Pronto lo que era a lo lejos se acerca, pronto estamos debajo de la nube que está encima, y entre ambos, algo de agua que esta vez no transcurre por acequia alguna. Nos impermeabilizamos con más o menos éxito. Pronto deja de llover. Pronto llegamos a la población y cruzamos la línea que era de salida esa mañana. En tres horas y media hemos finiquitado la ruta. Ahora es el turno de la cerveza, las cocas, papas, cacahuetes, olivas, trofeos, fotos de grupo, toma de conciencia de cuántos hemos venido, diferentes clubes y asociaciones; Rot i pet, debe ser una de ellas. Hay aplausos, hay risas.

Tendremos que comer, estaba previsto; que fuera en mesa, quiero decir. En el restaurante «El Balconet» la tenemos reservada y preparada. Nos ponemos las botas, despasamos botones. Uno dice que ayunará veinticuatro horas y que, ya en su casa, usará una bola para pasarla entre los dedos de los pies, y que esto le dejará en la gloria; nos invita a que lo probemos. No me queda claro el proceder… Frente al de la bola, entre onomatopeyas de golpes mortales simulados, dos, fingen agredirse y la resolución más acertada para cada tipo de agresión… hay tanta entrega y vehemencia en la simulación, que aunque el ademán no parte cara alguna; sí nos partimos todos, pero de la risa. Defensa personal, lo llaman.

Toca volver y, con un café en vena para evitar el colapso mientras se conduce, volvemos sanos y salvos a la ciudad que nos vio partir a las seis de la mañana; son las seis de la tarde. Esto se ha terminado por hoy.

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