VILAFAMÉS
Circular de medio día, en dos recorridos - 8km - Dificultad media, tramos de trepada
28 de Abril 2019

CRÓNICA

Retroceder, nunca; rendirse, jamás. No sé quien acuñó esta frase, ni sé si realmente está acuñada por alguna parte, pero nos viene al pelo para poner en claro que a pesar de la supuesta desbandada al llegar al punto crítico de esta ruta, a saber: un paso vertical dotado de clavijas para ser trepado; nadie se bajó del barco. Con solvencia absoluta, todos y cada uno de los que con aquello nos encontramos, superamos el tramo sin demasiada dificultad. Todos supimos, después de aquel paso, qué significa trepar, y, por los comentarios, parece que gustó, que entretuvo.
Vilafamés nos esperaba aquella maña tan «repeiná» como de costumbre. Colorada, pero no por tímida, acaso por el rojizo rodeno que le da rubor. El nuestro lo iríamos adquiriendo de camino a las rocas del Morral, encaladas en el pequeño monte que tal nombre tiene. Dejaríamos la visita a la población para más tarde, ahora teníamos que adentrarnos por un sobrepoblado bosque de pinos por el que se adivinaba la senda que pisábamos y que, serpenteando, nos iría dirigiendo hacia la cumbre rocosa que tanta expectación levantó.
Del pino a la carrasca, de la senda a la piedra, del emboscado al descubierto, y ya, en el reino de las rocas; verticalidad y decisión. Y así llegamos a la cresta y luego a la cima. Dejamos atrás unas grapas que sirvieron de agarre a pies y manos, unas cuerdas de las que nos ayudamos, un rodeno que se prestó a nuestra presencia y nos dejó gozarlo… Volvíamos a Vilafamés, y en el ínterin, unas botas que se autodestruían con cada zancada y una foto de grupo para dejar constancia de nuestro paso por allí.
Ahora sí, tocaba coquetear con ella, con la más bonita del lugar. Y nos empapamos de sus calles, recovecos y notoriedades. Pusimos las manos, como tantísimas otras antes que las nuestras, en la roca Grossa, no fuera que ese día le diera por deslizarse… la sostuvimos, dejándola en su sitio para el empeño de otros que emularían lo que nosotros emulamos.
Tocaba volar… o fantasear con quienes lo hicieron en aquellos años aciagos de una de nuestras tantas guerras, la más reciente, esa que se llamó Civil. Después de una rápida cervecita, tomamos «rumbo 442» para dar con el lugar otrora campo de aviación y en la actualidad museo al aire libre. Vimos: Trincheras, refugio, réplica de avión, de piloto, torre de comunicaciones y toda la cartelería explicativa junto a cada una de las curiosidades... y la mañana, como no podía ser de otra forma, se nos pasó volando… y volamos a nuestras casas.
Otro día, otro afán que terminaba. Más vendrán.