Onda
Circular de medio día - 9km - Dificultad media, tramos exigentes

3 de Noviembre 2019



CRÓNICA



Salimos como siempre a las ocho, a las ocho en punto, o unos minutos más tarde ¡no importa! ¿El lugar? El de siempre. Y desde allí partimos, como siempre, hacia un lugar distinto, esta vez hacia el Montí, la ruta que Narciso, ayudado por Nacho, nos había preparado.

El día pintaba bien. El sol había salido un poco antes dibujando en el paisaje el hermoso cuadro que pinta cada día, siempre distinto, siempre original, siempre hermoso, siempre fugaz.

Al llegar al punto del destino previsto para el inicio de la marcha Nacho me dijo que esta vez fuera yo el que se ocupara de hacer las fotos, ya que no venía con nosotros ninguno de los habituales que se encargaban de este menester y no llevaban la cámara del centro. No me importó encargarme de algo que siempre hago y que me gusta hacer para luego archivar las fotos en mi ordenador. Como siempre menos esta vez, ya que ¡maldita sea! olvidé dejar la cámara cargando el día anterior y ella, agotada tras impregnarse, en los días anteriores de paisajes navarros, solo tuvo energía para escribir en la pantalla. “batería agotada” ¡Maldición! ¡A ver si, al menos, -pensé- me deja hacer la foto de grupo! Pero ni eso. La cámara por primera vez, en los años que llevo como senderista en el Centro, se quedó totalmente en negro, rodeada de un paisaje a todo color.

No pasa nada, dijo Nacho, ya las haremos con los móviles que todos llevamos encima. Y todos hicimos fotos a una fuente que no lo era y a una ermita que tampoco lo era. Aunque olvidamos hacerla al grupo, porque ¡maldita sea! El cartel tantas veces fotografiado se quedó en casa. El GPS, para no ser menos, se solidarizó con la cámara y también cayó muerto, sin batería. Fue el día de la rebelión de las cosas que siempre nos acompañan.

El ascenso hasta el Montí fue duro. No demasiado, pero duro y alguno y alguna tuvieron que ir parando, con todos los demás, para tomar aire y trasladarlo desde los pulmones a los músculos.

Ya arriba almorzamos compartiendo vistas, café y amistad. Atrás quedaban el camino de ascenso y los muchos deportistas que se habían cruzado con nosotros caminando o corriendo.

Desde el inicio de la jornada el cielo estuvo despejado hasta que alguien, durante la hora del bocadillo, alertó de una nube negra a la que siguió un cielo encapotado que se unió a nosotros descargando unas leves gotas de agua. A través de ellas la naturaleza, otra vez cogió el pincel y dibujó en el horizonte un tenue y bello arco iris. ¡Que hermosura! ¡Qué bello es todo! ¡Qué bonito es este deporte tan gratificante que nos permite escalar cimas, recorrer hermosos paisajes, descubrir rincones desconocidos, respirar aromas, escuchar a las aves y sentir el silencio y nuestros cuerpos vivos y saludables!

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