Rossell
Circular de todo el día - 16.5km - Dificultad media/alta

1 de Diciembre 2019



CRÓNICA



Definitivamente, la naturaleza ejerce una atracción sobre algunas personas y esta vez ocho de nosotros nos hemos dejado atrapar por ella en Rossell, a las puertas de la Tinença.

Permitid que use la primera persona alguna vez en la redacción de la crónica y que cuente mis percepciones sobre la preparación y el desarrollo de esta excursión con la que tanto he disfrutado y que me alegra haber podido compartir con el CEB.

Se preparó este verano, en solitario. La zona ya era conocida y la condición física suficiente. Se trataba de encontrar otra opción para llegar a Bel que no fuese la antigua senda recorrida en otras ocasiones, que fue por la que se regresó. Y se logró. Al segundo intento, pero se logró.

Salimos de Rossell por el collet de la Dolça y por sendas, caminos y pistas, tras una pequeña confusión, llegamos al mas de Macià, otrora casa rural y de excursiones a caballo por la zona. Se decidió almorzar más adelante, en unas piedras dispuestas a modo de mesa y sillas a mitad de la senda por la que atravesaríamos la franja de pinar, a las faldas de las montañas cuya gola habríamos de subir utilizando nuestras más esmeradas técnicas de equilibrio y pisada. Fue durante el almuerzo, en esta mágica senda, cuando se oyeron ladridos y voces lejanos. Y fue al terminar el almuerzo cuando esos ladridos y voces se oyeron bastante más cerca. Noté que uno de nosotros, avezado senderista, comenzó a ponerse ropa llamativa. Al instante apareció una jauría de perros de caza, todos con collares que incorporaban un transmisor. ¡Cielos! ¡Estábamos en medio de una cacería! Y yo que había llevado rollitos de anís, receta de mi abuela de Rossell… ¡Íbamos a morir! Pero no. Los perros resultaron bastante amigables. Incluso alguno quiso acompañarnos un trozo, pero fue detenido a tiempo por uno de los cazadores. Después de tanta emoción y de otro trozo de pista dimos con la gola.

Había expectativas. Se puso dificultad media-alta. Se avisó. Pero nunca una pedrera fue tan disfrutada. Sobre todo porque, por una u otra vía, todos llegamos hasta arriba. De longitud y pendiente respetables para lo que algunos de nosotros estábamos acostumbrados y de pisada resbaladiza por las pequeñas dimensiones de las piedras que formaban el suelo. En este punto, a mitad pedrera, todos habíamos descartado absolutamente la opción de retroceder (lo mismo pensé yo en verano). A pesar de las exigencias de la subida, hubo quien se dejó absorber por el paisaje y se aseguró sobradamente de capturarlo digitalmente. La llegada a la cima fue en ángulo recto. A partir de ahí, el camino hacia Bel fue planeando por las tierras y caminos cercanos a la población. Nos embelesó una construcción en piedra seca, antiguo refugio de pastores probablemente de lugares más lejanos.

Bel es literalmente dos calles. Pero hay una casa de comidas. Y nos vino muy bien. Aunque no estaba programado, después de visitar el pueblo y su mirador, como daba tiempo, nos repusimos con unas cervezas y conversando con las gentes del lugar.

Sólo quedaba disfrutar de la senda de vuelta. Sí, disfrutar porque fue descendiente todo el rato, aunque ese rato fuese de 2 horas. Se llegó sobre la hora prevista al punto de salida. “Casualmente” habíamos aparcado enfrente de un bar-bocatería donde dimos cuenta de unas merecidas viandas. Nadie pinchó. Uno se pinchó. La gente fue feliz. Más de uno mojó “rollets” en el café.

Descargar Track de la Excursión