Desconocemos si con nuevos propósitos, por aquello del recién estrenado año, o sin otros que no fueran los ya consabidos en territorio quebrado, que nos dimos cita los citados. Tal vez en pos de la altura, los vientos y el calor humano en una sierra de Espadán tantas veces espléndida con nosotros. No sabemos muy bien qué nos hace acudir al llamado de la montaña, ni siquiera que realmente exista tal voz; pero una vez y otra, a pesar de lo que pueda pesar, montaña y senderista nos hacemos uno en el mayor de los respetos: que nadie sepa que hemos pasado por allí. Ya lo aventarán, si quieren, crónicas e instantáneas, que de esta primera de 2017 pudieran decir que hubo afinidad, afecto, esfuerzo, placer, belleza... o sin tanta abstracción, contaran de túneles mineros, subidas continuadas, pizcas de frío y viento, tientos de termo y saca… o ya, sin remilgos, dieran paso a lo mundano del sudor, el aspaviento y los decires: ¿cómo estás?, ¡cuánto tiempo!, ¿quién quiere probar estas corbatas de hojaldre?, ¡yo las cato contigo junto a ti!... y de fondo, como de hilo musical, un castillo, rocas con nombre propio, la herida del territorio quemado y un rutilante sol reflejado allá en la mar. Cuenten lo que cuenten, crónicas e instantáneas, quedarán cortas por ser pasado del presente que vivimos los que estuvimos allí.