FUENTES DE AYÓDAR
Circular de todo día - 8km - Dificultad baja
17 de Diciembre 2017

CRÓNICA

Queridos Reyes Magos, me he portado bastante bien últimamente, se puede decir que no he roto un plato en todo este año que ya termina… Lo del coche no me lo tengáis en cuenta, por favor. Tampoco lo de la nevera… Os pido, para vuestra noche, una memoria nueva y rápida, si no es mucho pedir; y que dure bastante, ¿toda la vida?, sería lo ideal. No os preocupéis de las conexiones, marcas japonesas, voltajes y otras minucias, pues os estoy hablando de aumentar la mía propia; esa que supuestamente yace en paz, demasiado en paz, tras de mis ojos y entre las orejas.
No llega a una semana, cuando escribo esto, que estuve con toda esta gente del Centro Excursionista de Burriana y ya me cuesta recordar tanto pormenores como por mayores de lo acontecido. Recuerdo cosas tan extrañas que dudo de su veracidad, es por eso que; por favor, no os demoréis mucho con el encargo que os hago… Tergiverso demasiado, cedo a la fantasía lo que mi yacente memoria no evoca. Fijaos si no:
Unos cazadores, una vez más, so pretexto de pegarnos un tiro; no sé si uno a cada uno, o alguno suelto y de advertencia, nos hicieron cambiar de recorrido e improvisar sobre el terreno. Nuestro guía Navarro, de apellido, mantuvo bien el tipo y evitó el que pudiera haber sido un pistoletazo, más que de salida, de huida. «Escopeteaos» nos fuimos de allí.
Menos mal que entonces… ¿o no fue entonces?, nos topamos con un cruce… de una yegua con un burro, ¿una mula, un macho? Su propietario, ante el incipiente nerviosismo del animal, no quiso llevarnos a parte alguna y tras contarnos la todavía breve historia del cuadrúpedo nos deseó lo mejor para nosotros en la Poza Negra.
Ya en la poza, la negra no aparecía por ninguna parte, así que decidimos hacernos la foto sin ella; después de la Negra, la poza, fue el momento del tinto, el vino. Aprovechamos unas rojas, las rocas, para sentarnos al anaranjado del sol y poder compartir todo lo que se quiso compartir de picoteo y de palabreo.
…Qué más, qué más, ¡ah sí! Recuerdo una terraza, un restaurante y un neceser. También una valla impidiéndonos el paso para llegar al neceser, restaurante y terraza. Pero llegamos. La valla tenía una puerta que no tenía un candado que sí tenía una mano que intentó lo que ya todos descartábamos, su apertura. Se abrió la puerta y más tarde el cava y el cofre de los números para el sorteo de regalos que alguien había puesto por allí.
Causaron sensación, los regalos: cubertería, camisería, bastonería, todos de montaña; saco de dormir de uno, seguramente para Dos; una botella de aluminio con funda de… ¡Y el magnífico neceser a todo color! Sin duda el regalo estrella de la velada, casi superando a aquel pato plástico de hace unos años.
El agraciado quedó sin palabras… necesito pensar que de emoción. A otro se le cruzaban en la boca y no se le entendía. Palabras también, escuetas, de uno que preside y de otro que llegó vestido de Papa Noel. Recuerdo un reno, o al menos, una diadema que simulaba una cornamenta de ese bicho nórdico… Mamá Noel también estaba por allí y, fiel a su cometido, se puso a entregar regalos… regalos que describía con cierto encanto y solvencia el, Navarro de apellido, organizador del sarao.
Seguiría ahora hablando del dragón volador y la princesa encantada… pero la memoria, esa que os pido ¡oh majestades! No me da para más… Quedo pues ansioso a la espera de esa ampliación neuronal que buena falta me hace.
Vuestro, el escribano.