PEÑARROYA DE TASTAVINS, 2º MEMORIAL JUANMA BONET
Circular de todo el día - 14km - Dificultad media
11 de Marzo 2018
CRÓNICA
A dos horas y alguna curva de aquí se encuentra Peñarroya de Tastavíns. Pasando Morella, ya en Aragón; pasando Monroyo, «un poquito a la derecha». Con alguna duda del conductor guía —espero que eso de ahí sea Peñarroya…— llegamos a lo que, sí, era Peñarroya. Un poco de callejeo en coche, algún extravío y, al fin, pie en tierra firme, mochila al hombro y a caminar en pos de las rocas del Masmut.
Muy pronto dimos con la «cara fea» de estas rocas, se trataba de su parte de atrás, al menos en el sentido de nuestra marcha. Hay que recalcar que era una fealdad maravillosa, unas de las rocas feas más bonitas que hemos visto. El camino, por el momento, resultaba sencillísimo; básicamente una pista forestal que dejamos un instante para visitar un antiguo puente de piedra muy bien fajado en roca natural. Volvimos a la pista para cruzar el poco caudal del arroyo Los Prados y Serpentear a su lado hasta uno de los meandros más marcados, donde ya, la senda, fue el camino a seguir hasta dar con la «cara bonita» de las rocas. Entre una cosa y otra, tuvo lugar el almuerzo. Tras el mismo, comenzó una ascensión que a alguno se le atragantó tanto como un travieso kiko atravesado en cierta angostura de la garganta… No fue el caso de los tres debutantes, que estuvieron a la altura del entorno: notables.
Llegó un punto, con el pétreo telón de fondo de las rocas del Masmut, en que realizar la foto de grupo se imponía por derecho propio, era inevitable; aquél era el lugar y el momento donde acordarse especialmente del que fuera nuestro compañero de andanzas Juanma Bonet. Aquel que hace ya dos años, decidió seguir su camino por libre; más alto, más lejos, cual olímpico en pos de su medalla. Señalando su morada, nos hicimos la foto de familia y con él en el recuerdo continuamos el camino.
Pasamos, a lo lejos, frente a unas pequeñas manchas de color sobre las rocas que resultaron ser escaladores trepando... o solamente intentándolo… quizá haciendo como que hacían... Volvimos nuevamente a una pista que ya no dejaríamos: hacia arriba, para acudir al mirador; hacia abajo, para llegar a Peñarroya. Lo uno y lo otro en un bonito entorno natural y poblacional. Obviaremos, ya en el pueblo, nuestro paso por la cárcel modelo —no sé de qué. Pronto nos dimos a la fuga de la misma sin mirar atrás, no fuera que nos alcanzara el alguacil. Dos kilómetros después, nos acogimos a sagrado en el santuario de la Virgen de la Fuente. Allí nos repusimos de todo, nos parapetamos del viento y con buena cerveza echada al coleto y diferentes sólidos al gaznate, sosegamos nuestras ánimas y ánimos, visitamos los rincones del lugar, aplaudidos a los organizadores de la aventura y nos pusimos en disposición de afrontar las dos horas de vuelta a casa que nos quedaban desde allí.
Un bonito y emotivo día había concluido… otros han de venir. ¿Estarás?